Es cierto que no alcanzo a verlo, pero debajo mío van cediendo las leguas esmeralda que nos separan, por la fuerza estremecedora de sus pasos de espuma.
Talla roturas sobre muros que gritan, y me pregunto si cree en el destino.
No consigo oir los conjuros que pronuncia en tal lengua umbría, pero sigue desatando a los demonios.
Derriba los puentes que unen el desierto rojo con el llano eternamente fausto de esta primavera, y me pregunto si está asustado.
Viene y acomoda los planetas para desordenarlos. Sigue y se ríe sobre los campos nuevos, para no llorarlos. Levanta el polvo triste y lo cuelga de los cometas, encendiendo el universo con nuevas estelas vivaces.
Y me pregunto si alguna vez piensa en lo que está del otro lado.
Todo el pánico que percibo es el mío, porque ahora lo veo. Está erguido sobre la tierra oscura, y sostiene los países de fantasía en la mano que le es inquieta. Su voluntad es vil, y arrasa reconstruyendo.
No le conozco los ojos, pero carga una emoción cansada. Y me pregunto si sabe que lo estoy esperando llegar.